Como
era de esperar, el tío resulta tener un nombre y este nombre resulta ser Mario.
Le estrecho la mano con firmeza y le digo
- ¡Encantado!,
imitando las inflexiones
de la voz de Cristiano Ronaldo para que de este modo parezca que hablo
portugués y ganarme así la confianza del nativo con mi conocimiento de su
lengua. Desconozco si mi esfuerzo surte su efecto pues el semblante de Mario
permanece inmutable. No aprecio la admiración que esperaba en su rostro y eso
me desconcierta por unos instantes, por lo que me limito a amagar una sonrisa.
Mario es el chófer que me va a llevar a Uige. Es un tipo de 1m90 y unos 100kg
de peso, y lo que es más importante, ex–capitán del ejército, lo que hace que
tenga nivel avanzado en el manejo de armas de fuego, algo muy tranquilizador
cuando estás de su lado.
Mario me
rumia una sarta de palabras no exentas de cierta musicalidad a la vez que
señala con el dedo hacia la puerta, lo que me lleva a pensar que no le apetece
quedarse aquí hablando conmigo y en su lugar prefiere que nos marchemos. A
diferencia de lo que pasaba en Marruecos, no se ofrece a llevarme ninguna de
las tres maletas con las que voy cargado, pero no me amilano y en un gesto
rápido le pido que me eche una mano y le tiendo la única maleta que no tiene
ruedas de las tres que traigo. Me la coge sorprendido (la maleta) y se dirige
hacia la puerta, mientras le acompaño sonriente.
Me va
a tocar pasarme 8 horas metido en un coche con Mario por una carretera que se
adentra en la selva y no parece que vayamos a tener mucha conversación durante
el viaje. La sonrisa se diluye poco a poco y empiezo a ser consciente de que ya
estoy en Angola.
Siempre hay un Mario en tu vida, laboral...
ResponderEliminarGuapo, queremos fotos!
ResponderEliminarYa pondré fotos... jejejeje
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