lunes, 31 de marzo de 2014

Bichos II

Sigo haciendo safari de jardín, pues afortunadamente hay bastantes bichos. Lamentablemente me he venido sin cargador para la cámara pues me he equivocado de cable. Esto supone que en estos 11 días que me quedan aquí, me tendré que limitar a usar el iphone para las fotos de animalitos, lo que es una pena.
 Este es un escarabajo precioso que vi aterrizar el otro día junto a la cocina. Está subido en el enrejado de la cocina y mide unoos 4-5cm sin contar las antenas

 Estuvimos Víctor y yo entretenidos el otro día en observar las evoluciones de este grupo de hormigas arrastrando a la larva de la fotografía. Todo iba perfectamente hasta que se cayeron en la junta entre dos baldosas que se ve en la fotografía. No conseguían sacar a la larva de ahí por más que se esforzaban tirando y empujando de diferentes sitios y cambiando de postura. El estallido de una tormenta, que empezó a descargar en el momento de hacer esta foto, hizo que entrásemos en la casa y nos quedáramos sin ver como se las apañaron para resolver el atolladero en el que estaban metidas.

 En la casa hay muchos perenquenes/salamanquesas. Mi compañero se pensaba que eran nocivas y mató a las primeras que vió recién entrado en la casa, cuando yo todavía no estaba allí. Una vez que le expliqué que son beneficiosos para nosotros porque nos ayudan a acabar con los mosquitos, acepto convivir con ellos, pero no oculta la repugnancia que le producen. La mayoría son muy pequeños, de unos pocos centímetros de longitud, como el de la foto.

 Hay muchas arañas saltadoras por aquí, de 1-2cm de longitud, Esta es de las más sosas que he visto en cuanto a colorido.

 Un escarabajo que llegó volando a mi dormitorio el otro día. Estaba medio atontado y no terminaba de caminar correctamente. Lo puse en el quicio de la ventana para hacerle unas cuantas fotos más y se recuperó de pronto y aprovechó para salir volando por donde había entrado.

 A esta araña tuve la suerte de poder fotografiarla caminando por el vidrio de la ventana.

La selva lo invade todo si no la controlas. Los quicios de las ventanas y las juntas de las baldosas de pavimento ven como la vegetación se abre camino por donde puede.

Recogida de carta




Una vez hecha la entrega del paquete, Mario vuelve a rumiar algo en tono cantarín y nos subimos nuevamente al cuatro por cuatro, dirigiéndonos hacia un destino desconocido. Como no me va a servir de nada pedirle que vocalice y en el fondo me da igual a donde me lleven, asiento con cierto entusiasmo para demostrar algo de jovialidad y parecer simpático y me sumo en mis ensoñaciones, observando a la gente que pasea por la calle y tratando de disfrutar de África. 


Llegamos a una zona en la que el gentío presente me hace intuir que estamos frente a un edificio público. Circulamos entre la muchedumbre que se agolpa en la calle frente al edificio y nos adentramos por un camino de tierra que en cualquier lugar de los que he conocido me habría hecho retroceder dando por terminada la carretera. Aquí no. Mario se adentra despacio en ese camino, jalonado por una sucesión de coches evidentemente abandonados y coches en uso, todos ellos en posiciones inverosímiles debido a lo abrupto de la cuesta abajo por la que circulamos. Vamos despacio, dosificando el apretón del acelerador para controlar la salida de los hoyos y huecos, esquivando pozos abiertos, surcos, baches y peatones despistados, hasta llegar, esta vez sí, al final de la calle. Una vez allí, Mario comienza una serie de maniobras para aparcar el coche en una posición tan rara que hasta que no apagó el motor no me di cuenta de que estaba estacionando.


Mario me ha dejado solo en el coche. Me ha dicho que tiene que ir a buscar una carta y en 10mn está de vuelta. Para todos aquellos que, como yo, somos usuarios de la escala de tiempo de los buenos propósitos, 10mn es una eternidad. Cuando vas a tardar 5-10mn en llegar dices: “ahora mismo estoy ahí, estoy llegando”. 10-15mn equivalen a “en dos minutos estoy contigo” y para 15-20mn se usa el socorrido “me quedan 5 minutos”. Cuando tienes que recurrir a los 10mn es que tienes intención de tardar de verdad. Esto, en un país en el que las lecturas previas versan principalmente sobre el elevado número de crímenes que se cometen y en lo peligrosa que resulta la ciudad para los extranjeros incluso de día, me produce un estado de ánimo de cierta inquietud, que es la manera fina de decir que estaba un poco acojonao por quedarme solo en el coche.


El hecho de que los vigilantes de seguridad del edificio quedaran a más de 100m de donde yo estaba y detrás de un cambio de rasante no contribuía demasiado a tranquilizarme. Decidí afrontar la situación como un hombre y empecé a esbozar un plan de contención en caso de que las cosas se pusieran feas. ¿Cómo se pronuncia ‘Socorro’ en portugués? Pensaba, mientras me aclaraba la voz para que el grito no me saliera demasiado aflautado y localizaba el claxon del coche para ponerme a tocarlo como un energúmeno sin dejar de gritar en caso de peligro.


Adopté un ademán relajado, con la ventanilla abierta y el codo apoyado en la puerta. No era fácil mantener esa postura con la otra mano pegada al claxon del coche, pero creo que conseguí mantener cierta dignidad y aparentar confianza, a pesar de estar comprobando constantemente los retrovisores del coche.


Cuando más satisfecho estaba por el logro que suponía mantener la compostura en esas circunstancias, se me escapó un gritito de pánico al ver acercarse por el fondo de la calle a un negro andrajoso cargado con una bolsa deportiva colgada en bandolera. Toda la ropa que llevaba ese hombre era de color marrón, a causa seguramente de la costra de mierda que llevaba encima.

Venía caminando despacio, deteniéndose junto a cada coche y mirando con disimulo al interior. Mi sistema de detección de chorizos se disparó, a pesar de no estar actualizado todavía con este nuevo destino. Tamborileé los dedos sobre el claxon para desentumecerlos y asegurarme de que no me iban a fallar si los necesitaba para hacerlo sonar en medio del ataque de pánico.


De pronto, tuve un repentino ataque de conciencia y empecé a reflexionar y a sentirme culpable por dejarme dominar de esa manera por mis miedos. Estaba en un país nuevo para mí y me estaba dejando llevar por los alarmismos habituales que encuentra uno en las guías de asistencia al viajero. Estaba juzgando con estándares europeos a un individuo angoleño, que seguramente sería padre de familia y estaba marcando distancias entre él y yo simplemente porque su acceso al agua corriente era más limitado que el mío. Me sentí culpable. Culpable de haber sido víctima de esos prejuicios que tanto he criticado toda mi vida y ver a un negro peligroso bajando la calle, en vez de ver simplemente a una persona.


Mis miedos desaparecieron, empezó a nacer en mi un cierto entusiasme ante la idea de estar en Angola y estaba deseoso de conocer a su gente y a su cultura. Me recoloqué en el asiento para poder saludar a ese hombre que minutos antes me pareció un negro peligroso con un sonoro “Bom día” que lo reconfortase, cuando de pronto me fijo en el bolso que lleva en bandolera y veo que es una bolsa de deporte de The North Face, que cuesta cerca de 200€. Incapaz de imaginarme un escenario en el que un tío andrajoso como ese tuviera acceso a una bolsa de lujo como esa, me volvieron a embargar los miedos y los temores. No ayudó nada a tranquilizarme que el tío se situase justo detrás del coche y estuviera todo el rato mirando a un lado y a otro, en actitud vigilante. Tuve que volver a repasar todo mi plan de contención del peligro y me puse a otear la calle inquieto, deseando que apareciera Mario con la dichosa carta.


El hombre terminó finalmente marchándose cuando aparcó junto a mí un coche ocupado por dos militares, y yo me quedé esperando a Mario y reflexionando sobre la imposibilidad de evitar los prejuicios a la hora de enfrentarse a situaciones nuevas.

jueves, 27 de marzo de 2014

De compras en el mercado



El sábado decidimos ir a comprar al mercado, a ver si podíamos encontrar zanahorias, pues empezamos a cansarnos de las cebollas y las papas como único acompañamiento de nuestras comidas. Nuestro menú aquí en Angola es afortunadamente muy variado: comemos principalmente spaghettis con cebolla y papas, arroz con cebolla y papas, macarrones con cebolla y papas, lentejas con arroz con cebolla y papas, frijoles con arroz con cebolla y papas, pollo con arroz, cebolla y papas y pescado con arroz, cebolla y papas. A veces, cuando estamos eufóricos por algo, no miramos tanto el dinero y nos compramos esa pasta en forma de conchas para hacerla con cebolla y papas. Necesitábamos zanahorias.

Nos encaminamos al mercado vestidos de blancos, esto es, los dos con polo de color claro, bermudas y zapatillas deportivas para no llenarnos los pies de mierda.

Una vez fuera de nuestros dominios, que se extienden hasta el Hotel Salala y sus alrededores, nos vimos obligados a preguntarle al segurança de una frutería por el camino al mercado. Este nos indicó muy amable que lo primero que debíamos de hacer es cambiarnos de acera, y una vez que nos encontrásemos en la acera de enfrente, seguir recto y girar a la derecha por la segunda rúa, y no por la segunda entrada. Le agradecimos las indicaciones y nos dispusimos a continuar nuestro recorrido, pero el segurança nos lo impidió de repente sujetándonos del brazo. “Primero a cruzar la estrada y después la segunda rúa”. Le aclaramos que lo habíamos entendido bien, pero que íbamos a cruzar más adelante y se alejó cabizbajo y lamentándose de que hiciéramos oídos sordos a sus indicaciones.

Un poco más adelante, cuando íbamos a cruzar definitivamente, observé que un blanco muy grande, de unos treinta y tantos años, vestido con una camiseta de tirantes de algún equipo de baloncesto y tocado con una gorra, y que estaba sentado en un sillón de piel que había sacado a la terraza del primer piso y desde el que observaba la calle cómodamente, me saludaba con cierto afecto. Como me pasa siempre que tomo a un desconocido por un amigo reencontrado, inicié un saludo espontáneo que se tuvo que quedar en amago al ver que le gritaba algo a Ronnie y cruzamos la calle para salir a su encuentro. Como tuve que abortar el gesto del saludo y tratar de reconvertirlo en un ademán natural, crucé la calle como si fuera un incapaz, pero lo remedié subiendo de un salto a la acera para impresionar a los amigos de Ronnie.

Resulta que el gigantón blanco es el hijo de nuestra casera, se llama Josué, y no ha tolerado que fuéramos solos al mercado, pues dice que es muy peligroso. Nos acompañan al mercado Josué y un primo suyo, bastante más bajo, flaco y negro que él.

 El mercado de Uige. La Plaza queda a la derecha, por donde se ven las sombrillas. (Foto encontrada en internet)

Cuando llegamos por fin al mercado, un edificio de la época colonial en el estado habitual en el que se encuentra todo lo que queda de la época colonial, lamentable, nos preguntan nuestros acompañantes que qué queremos comprar exactamente. Les decimos que principalmente verduras, y nos dicen que entonces en vez de al mercado tenemos que ir a la plaza.

La plaza es el resto del solar en el que se encuentra el edificio del mercado y está atiborrado de puestecitos con sus sombrillas de playa para dar cobijo. Entre el laberinto de puestos discurre un gran surco por el que se arrastran y se esparcen las aguas de lluvia y las aguas sucias provenientes de la limpieza de los puestos. El verdadero peligro del mercado no me pareció tanto el que nos pudieran robar como el tratar de circular entre puestos, saltando mierda mientras esquivas viejas con palanganas en la cabeza y al mismo tiempo evitas dejarte olvidado un ojo en la varilla de una sombrilla.

A pesar del aspecto inmundo del entorno, la verdura que tenían a la venta no tenía mal aspecto y las señoras se ofrecían muy amables a explicarte como se cocinaban cada uno de los productos que tenían en venta. Como suele pasar en estos países exóticos, se lleva uno un pequeño chasco al llegar al mercado y ver productos como pimientos verdes y rojos, tomates, ajos, cebolletas, patatas, peras de Portugal, pescado congelado de Vietnam, jengibre, judías blancas y negras, etc. ¿Dónde están los monos? ¿Dónde están los cucuruchos de saltamontes? ¿Y los pinchos de serpiente? Había cables USB, teléfonos móviles, los últimos estrenos de cine en DVD y BluRay pero ni rastro de comidas exóticas.
 Platanos y Sofú, un fruto local parecido al aguacate, pero con piel fina y un sabor muy fuerte que desagrada a la mayoría. A mi me gustó y Josué me ha dicho que el lo toma con azúcar y está más rico. Tendré que probarlo. La foto tampoco es mía.


Hasta que, buscando entre las legumbres a ver si encontrábamos lentejas, allí los vimos. Eran gusanos secos. Parecían pasas alargadas, y preguntamos a las señoras, que divertidas y asombradas por nuestro interés en la comida local, nos explicaron que se llaman catato y se pusieron a hablar las tres a la vez, explicándonos tres recetas distintas al mismo tiempo. Nos los dieron a probar y sabían, para sorpresa mía, a gusano seco y dejaban un sabor picante en la boca. Compramos los gusanos, un cacito de 100ml por 500 kwanzas, o sea unos 5 dólares, con la idea clara de que había que meterlos en agua y prepararlos con un sofrito de tomate y cebolla. Un poco más adelante vendían gitsombe, que por lo visto está muy rico. Es una pena que ya hubiéramos cubierto nuestro cupo de comida exótica, pues estas son las larvas blancas que se ven en las películas y te las venden vivas para hacerlas fritas. En otra salida al mercado caerán si las vemos.

 Gitsombe. Son larvas vivas, del tamaño de un pulgar de los míos y algo más gruesas. Foto de internet.

Compramos cuatro zanahorias por 4$, una papaya por 3,5$, medio kilo de tomates por 5$, los gusanos secos por 5$ y tres pescados congelados por 5$, lo único que me pareció barato. En todos los puestos nos escandalizábamos con los precios, pero nuestros acompañantes nos tranquilizaban resignados explicándonos que eso es lo que cuesta la comida en Angola.


Una foto sacada de una web oficial de la oficina turística de Uige, en la que se ve la zona de 'la plaça', con el mercado municipal al fondo y un niño de los que venden bolsas a los compradores en primer plano.

Durante todo nuestro recorrido estuvimos acompañados por cuatro o cinco niños que nos querían vender bolsas. Al principio no lo entendí, pero a medida que íbamos comprando, estaba claro que las miserables bolsas que nos daban las zungueiras no iban a llegar a casa sin romperse, por lo que nos vimos obligados a comprarles una bolsa en condiciones a los chavales por 200 kwanzas, 2$ al cambio. Se ofrecieron a llevárnosla ellos mismos, pero anticipando que eso supondría más dinero al final, rechazamos su oferta, rechazo que uno de nuestros acompañantes se encargó de enfatizar espontáneamente con una colleja al niño más cercano.

El bello vello 

Durante nuestro recorrido por el mercado, despertábamos una extraña alegría entre las señoras de los puestos por los que pasábamos. Yo lo atribuí a la alegría que despierta en todo ser humano el trato con el adinerado, y me limitaba a demostrar mi opulencia demostrando cortesía, pues de adinerado tengo poco. Esto levantaba comentarios admirados de las entregadas vendedoras "¡Son muy educados!".

No sé si por este derroche de cortesía por mi parte, que incluso bastaba para cubrir bajo el mismo paraguas a mi compañero de fátigas, de modales más bien rudos, o por un arranque espontáneo de pasión, una zungueira salió de detrás de su puesto con mucha más agilidad de la que aparentaba por su gordura y se tiró sobre Ronnie, al que empezó a acariciar sus brazos mientras alababa con pasión indisimulada la cantidad de vello que tenía.

Ronnie se dejo acariciar un poco incómodo mientras proseguía su paseo, y la señora, una vez controlado su acceso de lujuria capilar, lo dejó marchar. Alcancé a la señora y me quedé parado detrás de ella, que se giró notando mi presencia. En un tono apesadumbrado, le dije "Eu não tengo tanto vello como meu amigo, pero no soy tan velho (viejo)". Es la única chorrada que se me ocurrió, y no sé si me entendió en mi intento de falar portugués, pero se río a carcajadas y me dijo "no te preocupes, tem la pele moito bonita" y me administró a mi también mi dosis de caricias, acompañadas de sonoras carcajadas del resto de zungueiras.

sábado, 22 de marzo de 2014

¡Una azada!

Esta mañana, como todas las mañanas, me disponía a realizar mis series de ejercicios, tal y como solía hacer Tintín en sus aventuras para mantenerse en forma, cuando he escuchado un ruido característico viniendo desde el jardín. Me ha embargado la emoción y he salido corriendo hacia la ventana para comprobar si mis suposiciones eran correctas. Me he asomado y he visto a Ronnie y a Neto, nuestro segurança, en el jardín, y efectivamente, ¡Ronnie sostenía sonriente en sus manos un imponente azadón!

Hay que poner las cosas en contexto. Solo salimos de casa a las tiendas de la esquina a avituallarnos y nos recogemos en casa sobre las 17.30 para evitar salir de noche. No hay muchos sitios a los que ir y de todos modos no tenemos coche, y no podemos ir mucho a la obra porque no tenemos visado de trabajo y estamos, de momento, ilegalmente en el país. Por lo tanto nos limitamos a quedarnos en casa trabajando la mayor parte del tiempo y nos refugiamos en nuestros ordenadores para ocupar nuestro tiempo libre. Resumiendo, se puede decir que nuestra vida es bastante aburrida.

Por eso, el ruido de la azada despertó tanta emoción, pues podíamos salir de la rutina, hacer ejercicio, tener actividad física. Eramos como unos niños a los que les hubiesen traído una pelota, nerviosos, excitados, pidiendo y reclamando nuestro turno para poder usar la azada. En el fondo limpiar el jardín de malas hierbas era accesorio, lo importante era poder sujetar la pesada herramienta con las manos y liarse a golpes con el suelo.

He terminado destrozado, como no podía ser de otra manera, y tengo tantas agujetas que no puedo llevarme un vaso a la boca con una sola mano y tengo que ayudarme con la otra y mi cintura ha perdido su capacidad rotatoria y tengo que girar todo mi cuerpo de una vez si no quiero gritar de dolor... pero ¡Cómo he disfrutado con la azada!

jueves, 20 de marzo de 2014

Bichos

Todavía no he tenido mucho tiempo de ir de paseo y tampoco vamos mucho por la obra, pues todavía no ha empezado, así que no he visto demasiados bichos, que es lo que me gusta y lo que espero ver aquí en Angola.

He visto bastantes monos, pero más monos muertos que vivos desgraciadamente, he visto bastantes perros callejeros, sobre todo perras recién paridas arrastrando las tetas. Asombrosamente, en tres semanas que llevo aquí no he visto ni un solo gato por la calle. Comenté esto con alguien el otro día y me dijeron que si que había gatos, que conocían a una persona que tenía muchos gatos en casa y que los criaba para comérselos.

El otro día me volví para casa a trabajar y dejé a Ronnie haciendo papeleos. Pensaba que el segurança tenía las llaves, pero cuando llegué a casa descubrí con pesar que Ronnie se había quedado con ellas, por lo que me toco esperar media hora a que viniera. Aproveché para ir de safari por el jardín y me encontré con bastantes bichillos.

Lo primero que encontré fue este precioso lagarto en el jardín de los cubanos. Era muy grande, de unos 50cm de largo, y no hacía más que mirarme extrañado mientras le hacía fotos.

Junto a este, en una pared, se encontraba otro lagarto un poco más pequeño y menos colorido que el anterior, aunque parece intuirse un color rojizo en el vientre del lagarto.

En una caseta que tenemos en el jardín me encontré con este perenquén adulto. Hay bastantes por toda la casa, pero la mayoría son muy pequeños. El cateto de mi compañero, cuando llegué a la casa, me dijo que lo malo es que había bastantes bichos y que estaba asustado por si nos picaban. En ese momento subió un perenquén por la pared y sobresaltado me dijo que había matado a uno de esos hacía unos días. Le tuve que explicar que, muy al contrario, esos animales eran beneficiosos para nosotros porque se alimentan de mosquitos, que son el verdadero peligro por aquí.

 En el pasillo me encontré el otro día con esta araña. De momento no he visto arañas muy grandes, tan solo pequeñas arañas saltadoras, eso si, muy coloridas. A ver si consigo hacer alguna foto un día de estos.

En el cuarto de baño se cuelan por la ventana bastantes bichos, y el otro día teníamos dentro una pequeña libélula revoloteando.

 Descubrimos el otro día asombrados un pequeño panal de una especie de abejas minúsculas. A simple vista parecen mosquillas y Ronnie estaba asustado pensando que eran mosquitos. Me extrañó que hubiera tantos mosquitos juntos revoloteando junto a la ventana a pleno día, pues no es un comportamiento normal en los mosquitos. Descubrí junto a la ventana, el pequeño tubo que se ve en la fotografía superior y que es la entrada a su panal. El tubo debe de tener apenas 4-5mm de diámetro y en la foto pueden verse dos abejitas de estas entrando en el tubo y en la parte derecha una abejita volando con las dos patas cargaditas de polen.

Conseguí hacerle una foto a una que se posó y efectivamente son muy similares a las avispas y a las abejas, y está claro que se trata de himenópteros. Son muy pequeñas, 2-3mm de longitud apenas, pero era fascinante verlas entrar y salir de su colmena.

miércoles, 19 de marzo de 2014

La ruta de N'Dalatando

El otro día fuimos a Luanda tomando la ruta de N'Dalatando, más tranquila y segura que la de Caxito. Fuimos Ronnie y yo junto con Víctor el jefe de obra, Mario y João el electricista. Hicimos algunas paradas para comprar fruta y poder comer por el camino, pues son 8 horas de trayecto y no hay muchos sitios en los que parar a comer algo.

En una de las paradas que hicimos compramos Gajaja, la fruta que se ve en la foto y que está muy rica, con un sabor muy fuerte y muy peculiar.

Otra de las paradas que hicimos para comprar algo de pan y tomates. Vendían un monito pequeño por 30$ y Ronnie y yo estuvimos tentados de comprarlo. Lo dejamos para el viaje de vuelta, pues no podíamos llegar al hotel de Luanda con un mono y afortunadamente volvimos por Caxito y tan hartos de Luanda que ni nos acordamos del monito.

En esta ruta se venden muchos macacos para consumo, y se ven sus cadáveres expuestos en los mercados de la zona o colgados de los retrovisores exteriores de algún coche.


Conociendo Uige

Al día siguiente de llegar a Uige era festivo por Carnaval, por lo que aprovechamos para dar una vuelta por la ciudad y nos encontramos con que se celebra el carnaval por todo lo alto.

Las calles estaban animadísimas. Eso si, el carnaval se veía muy modesto, pero la gente disfrutaba mucho y el ambiente era muy africano. Eramos los dos únicos blancos y llegó un momento que había tanta gente, con algunos mirándonos de manera furtiva y tomando posiciones alrededor de nosotros, que optamos por salirnos por una calle lateral y abandonar, no sin cierta pena, todo el bullicio del desfile.

Aprovechamos para subir a la azotea del hotel Salala, desde donde pude tomar esta panorámica del pueblo. Nuestra casa queda hacia el lado derecho de la foto.

El otro día cuando fui a comprar leche y alguna cosa más a la tienda del mauritano (todavía no me se su nombre) había un tráfico incesante de coches y una fanfarria constante de claxons y canticos. Eran todo coches del MPLA que acudían a una convocatoria del partido en Uige. Luego me enteré de que esta convocatoria formaba parte de una contraprogramación política, pues al mismo tiempo había previstos unos actos por un aniversario de algún tipo celebrado por la gente de UNITA.

Un detalle que me gusta mucho y me llama mucho la atención es que los niños pequeños se llevan las sillas al colegio por las mañanas y vuelven con ellas a casa por las tardes. La mayoría llevan sillas de plástico de colores como la de la foto, pero algunos llevan incluso pequeñas banquetas de madera.





Mapa de Angola

Este es uno de los mapas que más me ha gustado de los que he encontrado por la red. Nosotros estamos en la provincia de Uige (pronunciado 'uish' como si fuera en francés). Es una provincia limítrofe con la República Democrática del Congo y hay mucho inmigrante ilegal congoleño en la provincia o 'Langa' como los llaman aquí.

Tradicionalmente es una provincia con fuerte influencia de UNITA el grupo opositor al MPLA que gobierna el país, aunque se ve gente con camisetas de MPLA por todas partes y la presencia de UNITA solo se adivina por las banderas rojas, verdes y negras características que lucen algunas casas.

Para llegar a Uige desde la capital Luanda, hay dos alternativas: la ruta de Caxito, atraviesa más jungla, es más directa, pero la carretera es peligrosa. Es muy estrecha y los coches y camiones circulan a gran velocidad por ella. Es muy peligrosa de noche y casi todo el mundo evita circular de noche. Además en la mayor parte del recorrido no hay cobertura para el móvil y el lugat habitado más próximo está a dos horas en coche.

La otra alternativa es la ruta de N'Dalatando. Es más larga, pero no tiene tantas curvas y hay menos jungla en los márgenes de la carretera. El único problema que tiene es que cruza muchos ríos y los puentes son más estrechos que la carretera y no están señalizados.

Ambas carreteras están jalonadas de restos de accidentes y hay coches estrellados en los márgenes de la carretera. Aunque en la ruta de Caxito hay bastantes más.

La casa de Uige

Nuestra casa está situada en el Barrio Popular nº1, "frente a la casa de las Irmás Da Misericordia". Es una casa modesta, de una sola planta, con un salón al que se accede directamente a través del porche enrejado de la entrada, una cocina, un baño y tres dormitorios. Hay un cuarto adicional en la entrada, separado de la casa principal y que usan los guardias para cambiarse, comer, guardar herramientas o cuando llueve tanto que ni siquiera en el porche se está al resguardo del agua.

La casa está rodeada de jardín, pero el lado sudeste del jardín es una servidumbre de paso hacia una casa vecina, por lo que hemos decidido vallarlo para independizar la casa. No tenemos mucho trato con los vecinos, pero cuando me ven asomado a mi ventana, me saludan muy cordialmente.

La casa, vista desde la entrada una vez franqueada la valla. A la derecha al fondo junto a la platanera, se encuentra el aljibe, y detrás de la valla está la servidumbre de paso hacia las casas vecinas.

La casa, vista desde el jardín. A la derecha se ve a Alfredo, uno de nuestros seguranças, que es tan poca cosa que si nos asaltan me temo que tendré que defenderlo yo a él. El arbol es una 'manguera' o sea que da mangos, pero si van bien las cosas no probaré sus frutos, pues se dan en noviembre. De las dos ventanas que se ven, la de la izquierda es la de mi cuarto. A la izquierda, debajo del arbol está nuestro pequeño huerto, plantado sobre todo con Cove, que tiene unas hojas anchas y carnosas que hervimos para comer y que tomamos con arroz, mandioca, pasta y está muy bueno.

El pasillo que lleva al jardín trasero desde la entrada. En la casa de la izquierda viven unos médicos cubanos, creo que tres, muy reservados y con los que de momento no nos relacionamos nada. Habrá que romper el hielo algún día...

No tenemos suministro de agua corriente, por lo que tenemos que abastecernos con agua de cubas que llenan en los ríos próximos, aunque están haciendo las obras de canalización de agua en nuestra calle, estas pueden tardar aún meses en estar terminadas. A la izquierda de la foto se puede ver a Laurentina, nuestra cocinera y en la puerta los dos seguranças, Neto y Alfredo.

Este es el salón de casa, que usamos como centro de trabajo. A la izquierda está Ronnie, mi compañero de la empresa y a la derecha Víctor, el jefe de obra de la constructora, que se viene a casa cuando hay cortes de electricidad, que en su zona son más frecuentes y más duraderos, para poder comprobar el correo electrónico y aprovecha para mandar algunos mensajes.

El sábado pasado aprovechamos para colgar las mosquiteras, para poder protegernos algo más de los temidos mosquitos. Tuvimos que pedirle prestada una escalera a las monjas de enfrente, pues los techos son más altos de lo normal y están a más de tres metros.

Mi cuarto, con la mosquitera finalmente instalada después de un par de intentos tratando de regular la altura se ve muy confortable, y la verdad es que da mucho gusto meterse en la cama y cubrirse con la mosquitera, pues da mucha sensación de refugio.








lunes, 17 de marzo de 2014

Entrega de muestras



Por cortesía, no me gusta hacer demasiadas preguntas a la gente sobre sus negocios o sus trabajos y me limito al genérico “¿Todo bien? Me alegro”, que tan socorrido es y qué sirve eficazmente para pasar el mal trago que producen las relaciones sociales con gente de poca confianza.

Por esa misma cortesía no le pregunté al cliente en su momento si en las dos cajas que me dio para entregar en Angola había escondido droga, isótopos radioactivos o algún otro elemento similar, capaz de enviarme directamente a una cárcel Angoleña. Estuve tentado de desprecintar las cajas para verificar el interior, pero me di cuenta de que no iba a solucionar nada más allá de desordenar el contenido de la caja y no conseguir volver a cerrarla y decidí asumir el riesgo.

Como es habitual en estos casos, a medida que me aproximaba al escáner de la aduana de Angola iba ensayando mentalmente diversas reacciones de sorpresa e incredulidad para tratar de no parecer un avezado contrabandista. Lo que no deja de ser una gilipollez, pues por muy espontánea que sea tu reacción y por muy honrado y simpático que le parezcas al agente de aduanas, dudo mucho que le embargue tanto la emoción de haberte conocido como para dejarte pasar al país con una caja llena de isótopos radioactivos así sin más. A pesar de todo, y por si las moscas, cada vez que llego a una aduana, ensayo mi respuesta ante los agentes para no parecer sospechoso.

El caso es que, como comenté antes, he pasado sin ningún problema por el escáner de la aduana y estamos en el aparcamiento del aeropuerto tratando de localizar a la persona que va a recibir las cajas. Habíamos quedado en el aeropuerto, pero no hay nadie allí. Le pido prestado el móvil a Mario y llamo por teléfono al contacto que me dieron y me dicen que están en la Rúa Ho Chi Min, 19 de Luanda y nos vamos para allá, sumergiéndonos en un bullicioso torrente de Candongeuiros, motocarros, 4x4 de gama alta, coches japoneses y algún que otro coche destartalado. Llegamos a la Rúa Ho Chi Min 10 minutos después y volvemos a llamar. Nos emplazan esta vez en Talatonda, que al parecer nos pilla de camino, por lo que emprendemos ruta hacía allí. Aprovechamos para paramos en un centro comercial, Belas Shopping para cambiar dinero en los cajeros o en la oficina cambiaria.

Cuando salgo de la oficina de cambio, Mario me vuelve a rumiar algo, y como se me dan bien los idiomas, reconozco el gesto de llevarse la mano con el pulgar y el meñique a la oreja e inmediatamente deduzco que me quiere decir algo relacionado con un teléfono. Como este gesto viene acompañado de unos gestos consistentes en mirarme mientras sacude la cabeza para atrás levantando el mentón a la vez que me tiende su móvil, establezco sin prácticamente lugar a la duda que quiere que llame a alguien por teléfono.

Resulta que mientras cambiaba dinero, han llamado a Mario para decirle que se iban a pasar por el centro comercial en el que estábamos y nos están esperando en el aparcamiento del centro comercial.