lunes, 17 de marzo de 2014

Entrega de muestras



Por cortesía, no me gusta hacer demasiadas preguntas a la gente sobre sus negocios o sus trabajos y me limito al genérico “¿Todo bien? Me alegro”, que tan socorrido es y qué sirve eficazmente para pasar el mal trago que producen las relaciones sociales con gente de poca confianza.

Por esa misma cortesía no le pregunté al cliente en su momento si en las dos cajas que me dio para entregar en Angola había escondido droga, isótopos radioactivos o algún otro elemento similar, capaz de enviarme directamente a una cárcel Angoleña. Estuve tentado de desprecintar las cajas para verificar el interior, pero me di cuenta de que no iba a solucionar nada más allá de desordenar el contenido de la caja y no conseguir volver a cerrarla y decidí asumir el riesgo.

Como es habitual en estos casos, a medida que me aproximaba al escáner de la aduana de Angola iba ensayando mentalmente diversas reacciones de sorpresa e incredulidad para tratar de no parecer un avezado contrabandista. Lo que no deja de ser una gilipollez, pues por muy espontánea que sea tu reacción y por muy honrado y simpático que le parezcas al agente de aduanas, dudo mucho que le embargue tanto la emoción de haberte conocido como para dejarte pasar al país con una caja llena de isótopos radioactivos así sin más. A pesar de todo, y por si las moscas, cada vez que llego a una aduana, ensayo mi respuesta ante los agentes para no parecer sospechoso.

El caso es que, como comenté antes, he pasado sin ningún problema por el escáner de la aduana y estamos en el aparcamiento del aeropuerto tratando de localizar a la persona que va a recibir las cajas. Habíamos quedado en el aeropuerto, pero no hay nadie allí. Le pido prestado el móvil a Mario y llamo por teléfono al contacto que me dieron y me dicen que están en la Rúa Ho Chi Min, 19 de Luanda y nos vamos para allá, sumergiéndonos en un bullicioso torrente de Candongeuiros, motocarros, 4x4 de gama alta, coches japoneses y algún que otro coche destartalado. Llegamos a la Rúa Ho Chi Min 10 minutos después y volvemos a llamar. Nos emplazan esta vez en Talatonda, que al parecer nos pilla de camino, por lo que emprendemos ruta hacía allí. Aprovechamos para paramos en un centro comercial, Belas Shopping para cambiar dinero en los cajeros o en la oficina cambiaria.

Cuando salgo de la oficina de cambio, Mario me vuelve a rumiar algo, y como se me dan bien los idiomas, reconozco el gesto de llevarse la mano con el pulgar y el meñique a la oreja e inmediatamente deduzco que me quiere decir algo relacionado con un teléfono. Como este gesto viene acompañado de unos gestos consistentes en mirarme mientras sacude la cabeza para atrás levantando el mentón a la vez que me tiende su móvil, establezco sin prácticamente lugar a la duda que quiere que llame a alguien por teléfono.

Resulta que mientras cambiaba dinero, han llamado a Mario para decirle que se iban a pasar por el centro comercial en el que estábamos y nos están esperando en el aparcamiento del centro comercial.

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