domingo, 17 de agosto de 2014

AGUA



Aquí en Angola estamos siempre inmersos en problemas con el agua. Nuestra casa no tiene suministro de agua desde la calle, a pesar de que estando nosotros aquí, han traído la canalización hasta el muro de cierre y han instalado el contador. Pero falta la conexión entre la canalización general y nuestro aljibe. Por lo tanto debemos abastecernos de agua llenando el aljibe y desde ahí por medio de una bomba se distribuye a la vivienda.

Recién llegado a Uige el martes de hace dos semanas, me encontré, como todas las veces que volvemos de viaje, con que el aljibe estaba vacío. Una persona habituada al uso de aljibes, lo primero que pensará es que tiene pérdidas y no irá muy desencaminado pues las pérdidas del aljibe son seguramente producto de las ganancias de los que comercian con nuestra agua aprovechando nuestra ausencia.
Estamos ahora en la estación seca, el ‘cacimbo’, que recibe este nombre por la bruma mañanera, de mismo nombre y tan habitual en esta época, por lo que no es tan fácil conseguir agua, a pesar de los numerosos ríos cercanos. Me pasé por tanto los dos primeros días sin agua hasta que encontramos a alguien que podía suministrarla y que llegó el jueves por la mañana. Lo bueno de la escasez es la alegría que produce en todos la llegada del agua, al fin podía ducharme y Laurentina podía fregar finalmente sin tener que pedirle agua a los vecinos.
La alegría me duró el jueves completo, pues el viernes por la mañana la bomba se estropeó y no sacaba agua. Afortunadamente, el vigilante de mi casa me dijo que el vigilante del vecino era ‘mestre’ y sabía arreglar bombas. El ‘mestre’ de nombre Carlos, me dijo, a modo de presentación y me imagino que para impresionar, que había aprendido todo lo que había que saber de fontanería gracias a que había trabajado cuatro años con los chinos haciendo carreteras. Aproveché el rictus de extrañeza por la falta de conexión entre ese trabajo y la fontanería para que pareciera que estaba en efecto impresionado y lo acompañé de un aja-a de admiración, pues no se me ocurrió nada mejor para alimentar su orgullo.
El hombre se puso en faena, observó la motobomba como si fuera Antonio López comprobando la verticalidad de las hojas de su membrillero y procedió a desmontar el depósito de expansión, dando instrucciones no muy claras a los ayudantes y espontáneos que nos habíamos congregado allí para observar su faena. Después de mucha maña y esfuerzo, conseguimos desatornillar el depósito y el ‘mestre’ procedió a mirar en su interior, sopló un par de veces y rellenó el motor con un poco de agua. Secó las salpicaduras y procedimos a volver a atornillar el depósito. Hicimos la prueba de rigor y el saber hacer del ‘mestre’ se evidenció con el ruido del motor y el fuerte correr del agua ¡Sale con más fuerza que antes! Exclamamos todos, mirándonos sonrientes los unos a los otros repetidas veces mientras nos palmeabamos la espalda ante la modestia timida de nuestro experto fontanero.

Apenas cinco horas más tarde de dejarme convencer de que el precio justo por sus servicios era de ‘medio saldo’, o sea 500 kwanzas, lo que vienen a ser 5$, la bomba dejó de funcionar y encima ahora perdía agua. El ‘mestre’ Carlos ya se había ido y no volvería hasta el día siguiente.
Al día siguiente, sábado, enfrentado a su responsabilidad, el ‘mestre’ decidió acometer el trabajo de volver a apretar las tuberías para evitar esa pérdida de agua que parecía ser la responsable del fallo del motor. Después de aflojar las tuberías mediante la fuerza bruta y alguna que otra amenaza, más que por medio del desenroscado de la misma, volví a acordarme de los conocimientos de fontanería adquiridos en la construcción de carreteras con los chinos del ‘mestre’, sobre todo cuando se quedó asombrado al ver la estopa en la rosca de las tuberías y tomarlo por suciedad acumulada. Limpió las conexiones muy minuciosamente y pretendía volver a roscar las tuberías sin estopa. Como no había manera de volver a enroscar la tubería sin herramientas, la unión le quedó bastante fea y decidió sellar el encuentro usando una bolsa de plástico y caucho de una goma de bicicleta, que fue cortando en tiras de 1cm de ancho usando una cuchilla de afeitar. Envolvió la unión con la bolsa y procedió a enrollar las tiras de caucho, apretándolas con mucha fuerza, hasta que aquello pareció suficientemente estanco. Me quedé maravillado con el ingenio y la ocurrencia de esta gente, acostumbrada, como McGyver, a solucionar los problemas sin contar con las herramientas adecuadas. A diferencia de McGyver, sin embargo, lo que hizo el ‘mestre’ fue una chapuza, pues nada más conectar la bomba, la unión se soltó ante la presión del agua, castigando al ‘mestre’ con una pequeña ducha.
Le expliqué entonces que la estopa era imprescindible para sellar correctamente la unión. Rendido ante la evidencia, intentó infructuosamente sacar estopa de unos cordones viejos de unas deportivas que encontró su solícito ayudante, que no era otro que el vigilante de mi casa, pero tras unos instantes deshilachando los cordones, decidió que era mejor ir a comprar material a la ferretería. Le di 2.000 kwanzas (20$) y volvió al rato con un bote de pegamento, un rollo de teflón y lo que es más importante, con las instrucciones recibidas del ferretero, que le permitieron arreglar definitivamente el problema.

Esta vez no pasaron cinco horas, sino dos desde que me dejé convencer de que esta vez el precio justo por sus servicios era de ‘un saldo’ entero (1.000 Kwanzas) cuando la motobomba volvió a estropearse. Llegué a la conclusión de que la vía del ‘mestre’ se había agotado y debía buscar soluciones alternativas, por lo que llamé a Ariel, el cubano que nos instaló el grupo electrógeno para ver si él sabía algo. Estaba ocupado en esos momentos, pero pasaría a echarle un vistazo el domingo por la mañana. Decidí entonces salir a hacer una pequeña compra y recargar el saldo de internet y en esas estaba, caminando por las calles de Uige, cuando veo que un blanco desde una furgoneta me saluda. Era Ariel, había terminado antes de lo previsto y se dirigía a mi casa para echarle un vistazo a la motobomba. Pospuse mis compras y me subí a su furgoneta para aprovechar ese momento de buena suerte.
Llegamos a casa y Ariel bajó de la furgoneta con un saco lleno de herramientas, pegamentos y ¡estopa! Estuvo dos horas aflojando tuberías y volviendo a apretarlas, regulando tornillos, lijando placas oxidadas. Encendimos la motobomba y funcionaba otra vez como siempre y no había ni una sola pérdida de agua. Entusiasmado le pagué 2.000 kwanzas por su trabajo en una escalada inflacionista fruto de mis ansias por tener agua corriente y me fui con él a Uige para tratar de recargar internet antes de que se hiciera de noche.
Como es normal en estos casos, la ducha que me di me supo a gloria, encantado de haber conseguido resolver el problema del agua de una vez por todas.
La alegría me duró todo el domingo, pues el lunes por la mañana cuando iba a ducharme, la motobomba volvía a estar estropeada. Ante la perspectiva de tener que arreglar la bomba cada dos días, soltando dos mil kwanzas cada vez, decidí esta vez avisar al hijo de la dueña de la casa para que me la cambiara por otra que funcione. No conseguí localizarle hasta el miércoles por la mañana y me dijo que iba a consultar con su madre como lo hacíamos. El jueves me dijo el vigilante que pasó por la casa, constató que la bomba estaba efectivamente estropeada y dijo que se pasaría a instalar una motobomba nueva.

Es domingo, y sigo sin agua corriente. Me surto de agua del aljibe, ayudado por los vigilantes de la casa que no toleran que haga ningún esfuerzo físico y he desarrollado una maña tal para ahorrar agua en mi aseo diario que sería perfectamente capaz de duchar, después de un partido, al equipo nacional femenino de hockey sobre hierba usando tan solo una botella de 500ml de agua.


1 comentario:

  1. Madre mía!! Espero que mañana te cambien el hidro y puedas pegarte una buena ducha. Esto nos viene bien a los que tenemos todo el agua del mundo para que sepamos valorarla. Conociendote seguro que estas requetelímpio aunque sea a lametazos.
    Besos guapo!

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