Aquí
en Uige los cortes de electricidad son frecuentes y te das cuenta de lo mucho
que necesitas la electricidad cuando falta, sobre todo cuando los cortes de luz
se alargan mucho, que suele ser habitual. Alguna vez el corte de luz ha durado
unas tres horas, pero lo normal es que dure el día entero y más de una vez nos
ha durado más de un día, siendo el record actual de cuatro días y medio,
comprendido un fin de semana.
Cuando
se va la luz, para usar el agua tenemos que llenar palanganas con agua del
aljibe para poder ducharnos, suplir la labor de la cisterna del wáter, lavar
los platos, asearnos, etc. Mi ordenador tenía la batería estropeada y como
consecuencia, el ordenador tan solo tenía una autonomía de 10-15 minutos cuando
se iba la luz. Afortunadamente en el último viaje a España he aprovechado y la
he cambiado y ahora ya tengo una autonomía más razonable, de unas dos horas y
media más o menos. En apagones largos como los que solemos sufrir, te quedas también
sin batería en el teléfono sin poder recargarlo y lo que es peor de todo es que
se te echan a perder las cosas que tengas congeladas o que necesiten frío para
su conservación. Menos
mal que me compré en Decthlon dos linternas, una pequeña de mano que
pongo junto a la cama alumbrando al techo y la mejor, una frontal que se
pone uno en la cabeza y que es fantástica, pues te da mucha autonomía y
te permite leer y dibujar.
La linterna frontal que comentaba
La linterna que pongo como lamparita de noche
Ahora
la cosa está más tranquila en lo que se refiere a los apagones. En el tiempo
que llevo aquí desde que llegué de Madrid hace tres semanas, he sufrido tan
solo cuatro apagones, dos de ellos de unas cuatro o cinco horas, uno por la
noche por lo que no me afectó mucho y uno de un día entero, un domingo. Se fue
la luz a las nueve de la mañana y no volvió hasta las ocho de la tarde.
En
meses anteriores, sobre todo en junio, fue mucho peor. Se iba la luz casi todos
los días y una de las veces se fue un jueves por la noche y no volvió hasta el
martes por la mañana. Fue insoportable. Acabábamos de hacer una compra grande y
teníamos el congelador lleno de carne, pollo y pescado que tuvimos que comernos
a la carrera y regalar a nuestros seguranças y a los de los vecinos para que no
se echara a perder. Para no quedarnos incomunicados y poder recargar los
móviles, nos íbamos a comer al hotel Salala, que tiene un generador y
aprovechábamos para dejar el teléfono cargando mientras comíamos.
El hotel Salala es el edificio de cuatro plantas que está a la derecha. Está situado en la Rúa do Comerço.
El comedor del hotel Salala.
Mientras
todo eso te está pasando y andas soportando como puedes la incomodidad de estar
viviendo en esas condiciones, la vida sigue en este mundo globalizado en el que
estamos viviendo, y en España tu jefe y tus clientes se acuerdan de vez en
cuando de ti y te llaman y te envían mensajes y con toda la razón del mundo, se
extrañan de que con todo lo que han avanzado las comunicaciones en estos
tiempos, tu teléfono no esté disponible durante toda la mañana y les preocupa
que pasen más de cuatro horas y no hayas respondido a un correo electrónico. La
relación con los clientes y con los jefes en proyectos complicados une mucho y
se desarrolla con ellos una relación y un vínculo muy especial, casi familiar
que hace que se preocupen por ti casi como lo haría tu madre. La única
diferencia es que tu madre se preocupa por que estés bien y a ellos les
preocupa que no estés. Puede parecer lo mismo pero hay un matiz diferente. Como
es lógico cuando no te pueden localizar, lo primero que piensan tu jefe y tus
clientes es que estás aprovechando que estás en el culo del mundo para pasarte
el día en una piscina tomando el sol o que estás en un chiringuito de playa
tomando mojitos y bailando el limbo, todo ello en vez de atender a tus
obligaciones y sobre todo a ellos. Los pobres no pueden evitar pensar en eso,
está comprobado. Su grado de preocupación es tal que no se acuerdan de que no
tenemos ninguna piscina cerca y la playa más cercana está a siete horas en
coche. Por ello, cuando consiguen localizarte, gracias a los esfuerzos que has
hecho para conseguir cargar tu móvil, en vez de alegrarse al comprobar que
estás vivo, se enfadan contigo y te preguntan airados que donde estabas.
Es
sorprendente la naturaleza humana, pero cuando estás agobiado en circunstancias
como esa y tienes que ir sin afeitar y mal duchado a mendigar electricidad a un
hotel con generador en un país del tercer mundo, contrariamente a lo que se
pueda creer, no te alegra lo más mínimo que te pregunten que donde estabas con
ese tono de reproche, es más, hablando con propiedad, te toca bastante los
cojones.
Nuestro generador
Después
de ese fin de semana tan largo sin electricidad, decidí que había que comprar
un generador eléctrico costara lo que costara. Costaba 1.000$. Hablamos con el
constructor, pues suelen tener generadores para las obras, para ver si había
manera de que nos pudiera conseguir uno provisional. El hombre, muy amable, nos
hizo llegar en pocos días uno muy bueno de marca Kipor, de los mejores y más recomendados.
Hablamos con Ariel, el cubano, para que nos lo instalara y al hacerlo comprobó
que no estaba funcionando bien y la batería no se cargaba.
Ha
pasado un mes desde que tenemos el generador y ya no funciona. Los tres
apagones que ha habido los he pasado dibujando y leyendo y afortunadamente
volvió la luz al caer la noche y estoy a la espera de que Luis, un ingeniero
cubano de la constructora que entiende de generadores se pase por casa algún
día a echarle un vistazo al grupo electrógeno.
La peor pesadilla de tus jefes
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